Amanda cumplió 100 años y ha perdido su pasado. Su hermana Elba, de 98, tiene una memoria casi centenaria. Lucía, quiere retratar la vejez; conversa con Elba sobre la vida, el tiempo y los sueños y comparte con Amanda sus silencios y algunas pocas palabras.
En la dicotomía entre nieta y realizadora, se enfrenta a la distancia entre el retrato que ella quiere pintar; una imagen optimista y colorida de la vejez y el peso de una realidad que avasalla, signada por la soledad y la muerte.